El caso es que iba a irme en la moto de mi hermano (aprovechando que por fin nos han arreglado el freno trasero y la patilla) para Güejar pero cuando ya estaba casi saliendo ví que al final, después de toda la mañana nublada, iba a salir el sol; Así que cambié la moto por la bici. Y en lugar de ir a ningún sitio como de costumbre, atravesando el pueblo sin casi mirarlo, decidí explorarlo un poco subiendo al barrio alto, y entonces empecé a verlo como algo más que la calle turística que todo el mundo conoce.

Para empezar, si subes a la parte alta, con más de 100 metros de desnivel desde la parte de la carretera según mi gps, puedes seguir varios caminos, la mayoría que van a fincas, parcelas, granjas, ...



También puedes subir a la Fuente de la Teja (pero ese ya es otro camino que nos saca del pueblo). Y si empiezas a callejear por esa zona encontrarás de todo un poco: casas normales, casas hechas una pena, casas de pueblo, con su corral de gallinas al lado, corrales de vacas, cerdos, un caballo campando a sus anchas por la calle, calle que está al lado de un terreno con hierbajos que puede comer, un niño disfrazado con unas bolsas de plástico y el sombrero y bastón de su abuelo imaginando lo que los niños de las Playstation no pueden imaginar, perros que toman el sol, otros que ladran sin parar, gatos sonrientes, ...

Más arriba llegas a la cima de un montecillo en el que hay una hermosa panorámica del pueblo y una hermosa antena de esas enormes emitiendo esos delicados decibelios que atraviesan nuestros cerebros (los científicos aún no se han puesto de acuerdo si para bien, para mal o para neutro) y nos permiten llamar desde nuestros modernos móviles (ah, y mandar mensajillos también).

Y lo curioso es que, sin saber porqué, todo parece en armonía; incluso los olores que en una ciudad nos hacen apartar la cabeza, aquí parecen totalmente normales y no parece tener sentido el que los cerdos, las vacas o las ovejas puedan oler mal.

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