No es sencillo hacer una tortilla de patatas de este tipo, porque para conseguir las patatas bonsái, materia prima, hace falta practicar una refinada técnica japonesa que infecta a la planta con un hongo de forma que los tallos y hojas se marchitan antes de llegar a su madurez y dejan un conjunto de patatas de reducido tamaño en la tierra que posteriormente sacaremos con la ayuda de una cucharilla de café ;)

La cebolla no era del todo bonsái pero sí llevaba en una maceta dos años, debe ser que a algunas plantas les cuesta madurar. En cuanto a los huevos, quizás debería haber utilizado de paloma o colibrí, los de gallina eran comparativamente demasiado grandes para ese tamaño de patata.

Hago notar la paciencia necesaria para pelar 45 patatas, muchas de ellas de tamaño canica, pero he de decir que la tortilla salió muy rica, y es que como los hijos propios de uno, no hay otros :)

Les habló un tiíllo bonsái ;)

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No me molan los picos de los cuellos de camisa que no tienen botoncitos para fijarlos a su sitio correspondiente, y por dos sencillas razones:

1- Aunque planches la camisa convenientemente, no siempre se colocan dónde deberían, y tienden además a tener una cierta asimetría, a veces exagerada.

2- Te golpean sin piedad al son del viento aparente generado por la velocidad punta de tu motocicleta y tal gota de agua en una tortura china de acaban haciendo agujeros que te atraviesan de lado a lado.

Les habló un tiíllo hoy, sin camisa ;)

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Puf, superliado para hacer una crónica completa, así que lo resumiremos en:

Día 3:

Fuente De, día demasiado nublado para poder subir en el telecabina, aunque lo intentamos en varias ocasiones a lo lardo del día, por lo que aprovechamos para recorrer la zona y ver Potes, curiosa ciudad, estuvimos en el Museo de la Escuela de Cabranes, en el que se podía sentir como era la vida en la escuela asturiana no hace demasiados años, paramos en Cosgaya para comer en el recomendado Hotel del Oso en el que nos pusieron un cocido Liebaniego que quita er sentio, y visitamos el centro de visitantes de Picos de Europa, aunque no pudimos ver el audio-visual porque estaba averiado el proyector, otra cosa que nos dejamos para la próxima.

Por la tarde estuvimos en Llanes, que por cierto nos encantó, sobre todo su centro historico-amurallado y dónde pudimos ver también los cubos pintados de Agustín Ibarrola, curiosos cuanto menos (aunque no te dejan subirte a ellos para hacerte fotos, buah…)

De allí a Ribadesella, otra bonita ciudad que al principio no nos pareció demasiado interesante (todo hay que decirlo) y en la que acabamos durmiendo en un hotelito con vistas (y oyendo) al mar.




Día 4:

Todo apuntaba, según las previsiones, a que hoy iba a ser el peor día de la semana, que iba a llover a raudales y que no nos iba a dejar hacer nada, ni mucho menos el descenso del Sella que teníamos previsto para hoy. Sin embargo, y en contra de toda previsión, se levantó un día espectacularmente azul y el descenso se pudo hacer sin ninguna dificultad. Por darnos tiempo hasta nos dio lugar a comprar unas toallas para la ducha después del descenso y pudimos visitar (eso sí, en un pispás) el pueblo “Cuevas” al que se llega atravesando una cueva natural (a modo de túnel) que la naturaleza quiso poner en la carretera que lleva hasta allí.

En el descenso se echó de menos quizás el no haber ido por nuestra cuenta (aunque el grupo con el que fuimos, de gente de Bilbao, era supersimpático) y el no haber llevado un par de piraguas ligeras e individuales, en lugar del tanque-piragua-indestructible que nos facilitaron que río abajo no iba del todo mal, pero río arriba no había forma de mover.

Finalmente volvimos a Ribadesella dónde comimos y de allí camino del aeropuerto para coger el avión que nos llevaría a Madrid a coger el avión que nos llevaría a Sevilla a coger nuestro coche por el que nos cobraron lo más grande en concepto de parking…

En fin, se ha disfrutado ;)

Les habló un tiíllo que por fin estuvo en los Picos :)

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